Valen los estaba esperando en la puerta de la casa de Jesús. Lio saltó de la moto casi sin esperar que se detuviera, y corrió a abrazarse con ella.

Las palabras se le atropellaban y su voz denotaba una mezcla de excitación, angustia y desencanto.

_ Es igual en todos lados, pibita.

Mientras entraba la moto Jesús sonrió ante la afirmación de Lio

_ ¡Vamos, adentro le cuentas!

Se sentaron en un sillón desvencijado que había contra una pared, al lado de una pila de cajas, y Jesús frente a ambos, en un banquito.

_ ¿No viste nada de lo que te contaba tu mamá? ¿No hay autos, colectivos?

_ Sí, hay. Igual que acá, abandonados, todos rotos y oxidados.

_ ¿O sea que en todos lados es igual que acá, en Escalada?

_ Sí, en todos lados se ve lo mismo que acá. Bueno, no. En la Capital es distinto.

_ ¿¡Fueron a la Capital!?

_ No llegamos, pero la vimos desde un puente.

_ ¿Y? ¿Ahí tampoco hay nada de lo que decía Sofi?

_ No, pibita. Sólo se ven edificios quemados

A Lio se le entrecortaba la voz, pero continuó con el relato:

_ Y cuando volvíamos, entramos a un lugar enorme donde había muchos rappi…

Jesús lo interrumpió:

_ Un nodo. Eso era ese lugar.

_ ¿Un qué?

_ Un nodo. Un punto de reunión en el que nos encontramos rappis de distintos lugares.